Los vendedores de las librerías cristianas de Bogotá me conocían. Es algo que creo con certeza. Al principio, imagino, deberían tener algo de sospecha al respecto de mí y yo los entiendo. Un muchacho de unos 18 a 20 años, metido en la librería, dando vueltas de un lado para otro, mirando los libros con antojo, entraba y no podía comprar nada. Así me vieron los de CLC del Campín y también los de la que está en el centro, los de las librerías de Bethesda y los de cualquier iglesia que vendiera libros o CD. Sí, desde la época en que el CD reinaba, me despertaban interés las librerías cristianas y, también desde esa época, veo en estanterías el famoso: Los cinco lenguajes del amor.
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